Como cada año, ponemos en marcha el programa Atención psicosocial y empoderamiento personal de mujeres, gracias a nuestro financiador Fundación La Caixa. Y con él, iniciamos diferentes actividades que nos permiten el desarrollo de la autonomía, la autoestima y el fortalecimiento personal de mujeres. Entre las actividades que difundimos y realizamos, son los testimonios personales y reales de diferentes mujeres que participan en nuestros grupos. Con este tipo de testimoniales, conocemos en primera persona las experiencias personales y los procesos vitales de otras mujeres, y esto nos permite desarrollar nuestra empatía y saber que no estamos solas en este proceso.

A continuación, os presentamos el segundo testimonial:

Esta es mi historia, mi lucha. 

 

A finales del año 2004, tras un año de dificultades legales, mi familia y yo abandonamos Venezuela.

Teníamos sentimientos encontrados: dolor por dejar atrás tantas personas amadas; incertidumbre, por desconocer qué íbamos a encontrar; alivio, por dejar de percibir que nuestras vidas estaban en serio peligro por defender ideologías políticas contrarias a las imperantes…

Recuerdo aquel viaje como si fuera ayer. Nuestros hijos apenan contaban con 3 y 4 años. Era el mes de noviembre, y al llegar a Madrid hacía muchísimo frío. No podíamos parar de tiritar. Supongo que a la emoción del momento (y a la ansiedad, por qué no decirlo), se unía un shock térmico para el que no estábamos preparados.

Desde Madrid nos trasladamos a Tenerife por un tiempo. Vivimos de acogida en casa de unos familiares. Allí trabajamos sin contrato. Coincidió que cuando las dificultades para regularizar nuestra situación amenazaban nuestro bienestar, supimos de un pueblecito en Teruel que buscaba familias con niños en edad escolar, para “repoblar” su municipio y evitar así cerrar la escuela. Respondimos a aquella oferta, aceptaron nuestro caso, y nos trasladamos a Teruel.

La vida en Teruel fue bonita. Ambos contábamos con trabajo con contrato, nuestros hijos acudían a una escuela preciosa de forma regular (y casi con atención individualizada, por la baja tasa de niños inscritos en el pueblo).

Finalizado el contrato, decidimos probar suerte volviendo a Venezuela. Sin embargo, nos encontramos con una negativa tras otra a nuestra solicitud de visado. Así pues, debimos enfrentar un extenuante viaje de 3 días con paradas en Portugal, Galicia, Madrid y Teruel. ¡Sufríamos tanto por nuestros niños! ¡Eran tan pequeños! Si nosotros estábamos agotados, machacados física y moralmente, ¡¿cómo estarían ellos?!

Permanecimos en Teruel hasta el año 2010. ¡Nos trataron tan bien allí! ¡Incluso conseguimos regularizar nuestra situación gracias a la ayuda de su Excmo. alcalde! ¡Estamos muy agradecidos! Pero una vez más debimos empaquetar nuestras pertenencias y viajar, en esta ocasión con destino a Sevilla, en busca de nuevas oportunidades laborales.

En Sevilla tuvimos suerte, y además de poder reencontrarnos con familiares que ya estaban establecidos allí (¡Ay, la familia! ¡Cuán necesaria es!), encontramos trabajo, lo que nos permitió establecernos y seguir “creciendo” durante unos años. Por desgracia, en 2015, sufrí una aparatosa caída y me rompí una pierna. Debieron operarme y la recuperación fue lenta (de hecho, actualmente aún experimento secuelas). Una baja médica de 11 meses de duración fue demasiado para que la empresa en la que desarrollaba mi labor pudiera hacerse cargo, así que finalizó mi contrato laboral, y ante la oportunidad de trabajar como interna en la localidad alicantina de Santa Pola, volvimos a la aventura.

Actualmente, y tras iniciar una nueva andadura laboral en Elche, nos hemos establecido de forma definitiva, en el que ahora consideramos nuestro hogar. En Elche hemos encontrado un lugar donde crear nuevas redes sociales, donde continuar desarrollándonos personalmente, y desde donde ayudar a nuestro país de origen: recolectamos alimentos y medicinas para enviar a nuestros compatriotas. Es nuestro granito de arena para mejorar en la medida de lo posible la situación del lugar donde nuestros corazones siempre estarán.

Nuestros hijos, ya adolescentes, nos pidieron permanecer en un solo lugar, “no más mudanzas”. Tenían toda la razón, y ante su petición, les hicimos una promesa con la que nos hemos comprometido y que luchamos por cumplir: seguir juntos, y seguir aquí.

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